«Yo soy Victoria»

Victoria Montenegro junto a militantes veteranos que cuidaron los restos de su padre cuando aparecieron en la costa de Colonia. Foto: Natalia Soprani
Victoria Montenegro junto a militantes veteranos que cuidaron los restos de su padre cuando aparecieron en la costa de Colonia. Foto: Natalia Soprani

“Yo soy Victoria”

Hija de uno de los desaparecidos cuyo cuerpo fue hallado en Colonia visitó la ciudad para seguir reconstruyendo su identidad.

Hija de Roque Orlando Montenegro, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), una de las víctimas de los “vuelos de la muerte” que aparecieron en distintas playas de la costa de Colonia en 1976 con evidentes signos de tortura, y de Hilda Ramona Torres, que aún permanece desaparecida, Hilda Victoria Montenegro fue secuestrada junto a sus padres y apropiada por militares argentinos.

El cadáver de su padre fue uno de los ocho que durante años estuvieron como NN en el cementerio de Colonia. Habían aparecido flotando en distintas playas del departamento: Blancarena, Ferrando, Juan Lacaze. La versión oficial contaba que se trataba de marineros coreanos que tras una gresca habían terminado en las aguas del Río de la Plata. Aparecieron mutilados, atados con alambre de pies y manos, en avanzado estado de descomposición, y uno de ellos sin cabeza.

Los 24 de marzo de 2008 y 2009, en que se cumplía fecha del golpe de Estado en Argentina, una treintena de personas se autoconvocaban en el cementerio de Colonia para rendirles homenaje, ocasiones en las que se compartían historias, información y se colocaba una ofrenda floral.

El 3 de mayo de 2012, en conferencia de prensa, Victoria Montenegro, Abuelas de Plaza de Mayo y el Equipo Argentino de Antropología Forense anunciaron la identificación de los restos de su padre. Fue entonces cuando una de las participantes en esos homenajes, Ana Paula Villanueva, argentina residente en Colonia, se comunicó por Facebook con Victoria.

Otro argentino residente en el departamento, Jorge Pérez, ex militante estudiantil y político en los años de plomo, tomó la iniciativa y, al enterarse del viaje de Victoria a Colonia, buscó que conociera a algunas de esas personas que militaron para que esos cadáveres NN no terminaran perdidos.

Y así fue. Tras una charla con estudiantes del Centro Regional de Profesores del Suroeste y una visita al cementerio, Victoria y su marido, Gustavo, junto a Jorge y Ana Paula, se encontraron en un boliche del casco histórico coloniense para conocer a algunas de esas viejas militantes que velaron por los restos de su padre, como Graciela Cabrera (maestra jubilada, edila suplente por la lista 1001), Cristina Zurdo (educadora del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay recién jubilada), Amelia Conti (ex militante del MLN-Tupamaros) y Ana Bonjour (docente jubilada). En una improvisada tertulia, los jóvenes parroquianos rodearon la mesa para escuchar con atención y en silencio una historia de la que sólo habían oído hablar por arriba.

Graciela Cabrera, ni bien entró, contó con detalle todo lo que recordaba. Y recordaba bastante. “Colonia siempre fue atípico con esto de la tortura, muchas veces no se sabía lo que estaba pasando; lo primero que se supo sobre que algo raro estaba pasando fue cuando murió [Aldo] Perrini, de Carmelo, pero cuando aparecieron estos cuerpos el coloniense creía realmente que eran coreanos”, rememoró.

Victoria comentó que fue “a partir de la aparición de los cuerpos que el gobierno uruguayo y el argentino cruzaron quejas entre ellos, porque se trataba una situación que les costaba mucho explicar”, por lo que desde entonces los vuelos se llevaron a cabo en ultramar. “Fueron los primeros vuelos, que son los que hicieron mal, por eso aparecieron [los cadáveres]”, explicó. A raíz del hallazgo del cuerpo de su padre, se supo que había estado secuestrado en Campo de Mayo y que ese vuelo salió del centro clandestino de detención de El Palomar.

“Mi papá y mi mamá eran militantes del PRT-ERP de Salta, y a partir del Operativo Independencia, en 1975, se empezó a perseguir a toda la militancia, sobre todo en el norte, en Tucumán, Jujuy y Salta. Entonces detuvieron a mi abuela y a una de mis tías, y mi mamá pasó a la clandestinidad cuando tenía 16 años”, relató Victoria. Además de su mamá, su tía Juana y su tío Pedro todavía permanecen desaparecidos. Ella nació el 31 de enero de 1976 y “el 13 de febrero, en un operativo conjunto del Ejército y la Policía pasamos a desaparecer los tres”. “Yo aparecí en el año 2000, cuando tenía 25 años, como María Sol Tezlaff Eduartes, ‘hija’ del coronel Herman Tezlaff, jefe de Inteligencia del centro clandestino El Vesubio y además el responsable directo del operativo en el que desaparecemos mis papás y yo”.

Cuenta Victoria que durante esos 25 años “como María Sol me habían enseñado que no había personas desaparecidas, que nuestro país había vivido una guerra y que gracias a soldados como mi ‘papá’ los argentinos habíamos recuperado la democracia, y que el único resabio de la sedición eran las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, que trataban de instalar en la sociedad la idea de que los hijos de militares podíamos llegar a ser hijos de la subversión”.

Más allá de la carga ideológica que traía consigo, tras los análisis de ADN que le restituyeron su verdadera identidad, en 2001 aceptó conocer a su verdadera familia. “Tardé varios años en presentarme como Victoria, en firmar con mi verdadero nombre”, contó. “El proceso de restitución no es solamente el documento. Yo nací el 31 de enero de 1976, María Sol el 28 de mayo… Es otra fecha, otro número de documento, otro nombre y apellido, otro barrio, otra provincia, otra identidad, otra formación ideológica, otra familia, otros afectos. Todo eso hay que reacomodarlo y lleva un tiempo, pero a partir de 2007 empecé a presentarme como Victoria y a acompañar con más compromiso a las Abuelas en la búsqueda de los nietos, y ya después, a militar orgánicamente en una fuerza política”, contó, en referencia a la Corriente de Liberación Nacional, el sector que conduce Alicia Kirchner y del que es secretaria nacional de Derechos Humanos.

Victoria considera que las políticas en materia de derechos humanos impulsadas desde la asunción de Néstor Kirchner en el país vecino en 2003 posibilitaron un cambio en la mentalidad de los argentinos con respecto al tema de los desaparecidos y una ruptura con la cultura de la impunidad. “Yo vivía en un barrio y en el mismo edificio vivía otro bebé apropiado, Horacito Pietragalla, que era el ‘hijo’ de la señora que limpiaba en casa; el mismo apropiador, mi apropiador, asesinó a su mamá y después se apropió de él y se lo entregó a Elina, que era la señora que trabajaba en casa. Cuando Horacito apareció y se fue con su nueva familia, la mayoría de los vecinos hablaban pestes de él, porque había sido un ingrato que no se había quedado a agradecerle a esa mujer que lo había alimentado”, recuerda.

Todo el proceso de restitución de su identidad lo vivió junto a Gustavo, su marido y compañero, y sus tres hijos, que hoy tienen 23, 21 y 17 años; los tres militan en diferentes niveles. Gustavo la alentó siempre a conocer la verdad y recuerda bien a su “suegro apropiador”. “Empezamos a salir a escondidas, hasta que un día se enteró. La voy a ver a escondidas y el tipo aparece; dos metros medía. Yo pesaba 50 kilos, era flaquito… el chabón me agarró del cogote, yo me acuerdo que no veía, no respiraba”, recordó. Luego de eso Victoria le contó que en ese momento su apropiador le dijo: “Si lo querés volver a ver vivo, dejalo; si no, va a aparecer en el Riachuelo”.

Como muchas hijas de desaparecidos, se llama Victoria. “La mayoría de las hijas nos llamamos Victoria, porque nuestros papás decían que la victoria estaba a la vuelta de la esquina… Yo me iba a llamar Victoria Argentina, pero para no despertar demasiadas sospechas en el Registro Civil, me pusieron Hilda Victoria”. “Claramente no sirvió de mucho: a los 13 días nos desaparecieron”, contó. Sus apropiadores ya no viven, y Victoria, tras un largo proceso, recuperó su identidad. Un día de 2011, dijo: “Se acabó el miedo. El miedo se fue con María Sol. Yo soy Victoria”.

Estudiantes de IAVA intervienen el patio de la institución

Con motivo del 20 de mayo y la Marcha del Silencio, VER FOTOGALERÍA.

La mañana de este jueves estudiantes del IAVA intervinieron el patio de la institución con motivo del 20 de mayo y la Marcha del Silencio.

Antes de una asamblea, los estudiantes se colocaron carteles en la espalda y algunos simularon ser víctimas del terrorismo de Estado.

Fuente: Caras & Caretas.

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Reflexión del Pastor Ademar Olivera

¡UNA ESPADA TE ATRAVESARÁ EL ALMA!

El rito.-

Al indagar sobre el origen del ser humano, antropólogos y otros científicos lo ubican en la posición del cuerpo erguido, o en el uso de herramientas como instrumento de trabajo o arma.  El psicoanalista Marcelo Viñar agrega: “Hoy se admite que es la tumba el rasgo distintivo del comienzo de la hominización como expresión de la devoción al ancestro… La reverencia y devoción al ancestro dan cuenta de que simultáneamente se toma conciencia de la finitud y de que hay reconocimiento de una inscripción en una genealogía” (Brecha, 11/03/2005, p.20).

Aclaremos que el término “tumba” designa el rito fúnebre como expresión de honra y respeto hacia la persona fallecida. Es parte del proceso del duelo de los familiares, despedida y sello de la memoria del ser querido.

Hay, en cada cultura, diferentes formas de realizar el rito:   enterrar el cadáver en la tierra; depositarlo en un sarcófago, un sepulcro de piedra o en una urna; incinerar los restos y esparcir la ceniza; etc. En todos los casos, es imprescindible la presencia del cuerpo del difunto.

El cuerpo y las cenizas.-

En la tradición israelita, dar sepultura a los muertos es un deber sagrado. Ningún cadáver, ni siquiera el de un criminal, debía quedarse sin sepultura. En Génesis 23 se relata el duelo del patriarca Abraham por la muerte de su esposa Sara, y las gestiones que lleva a cabo a fin de adquirir un terreno para darle digna sepultura.

En ese trasfondo religioso-cultural se produce la muerte de Jesús. El es condenado por desacato a la autoridad religiosa y acusado de presunto subversivo político. Luego de su crucifixión aparece José de Arimatea que, en un gesto de grandeza humanitaria, hace cavar un sepulcro en una roca para sepultar dignamente el cuerpo de Jesús.  Es allí donde van María de Magdala, y otras mujeres, a rendirle el tributo de respeto hacia el muerto y cumplir con la costumbre de embalsamar y ungir el cuerpo con esencias aromáticas.

En nuestra sociedad, con fuerte incidencia de la tradición judeo-cristiana, se conserva esa costumbre: velatorio, sepelio, despedida de los restos mortales del difunto. En el rito está presente el acervo cultural.  Pero no sólo eso. Es también una necesidad humana que permite elaborar el duelo, afirmar los lazos de identidad familiar, recibir consolación, y es  un punto de referencia para la memoria.

Búsqueda y reclamo sin pausa.-

Las Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos-Desaparecidos hace ya más de 40 años (las primeras desapariciones datan de 1971) que buscan a sus seres queridos con ansiedad y dolor acumulado. Reclaman el derecho de todo ciudadano a conocer la verdad de lo sucedido a su familiar y dónde están sus restos. La Comisión para la Paz, designada por el Gobierno del Dr. Jorge Batlle en el 2003, reconoce en su informe:   “Los Familiares deben ser amparados en su derecho a tener una tumba donde honrar a sus seres queridos”.

A esa lucha se fueron incorporando miles de personas motivadas por la toma de conciencia sobre lo justo de sus reclamos y por la sensibilidad humana hacia el que sufre. Las mismas madres que eran confundidas por el comentario, lleno de suspicacia, “algo habrán hecho”, comenzaron a vivir un proceso de comprensión de las causas de la lucha de sus hijos. ¿Quién puede conocer mejor lo que late en el corazón de un joven que su propia madre?   Entonces, en el largo camino recorrido junto a otras madres y familiares han descubierto que no están solas; que, de alguna manera, ellas retoman los ideales y objetivos que llevaron a sus hijos a asumir un compromiso social, aun arriesgando sus vidas.  Porque, ahora lo saben, ellos no eran “delincuentes”, sino luchadores sociales que buscaban una sociedad más justa e igualitaria, sin pobres ni excluidos.     Al preguntársele de dónde saca fuerzas para seguir luchando durante tantos años, una madre responde:   “…son ellos que nos sostienen, que nos conducen, que nos dan ese amor que trasciende del pasado al presente, y al futuro… Ellos, nuestros desaparecidos viven, nos acompañan, nos contemplan desde su verdad sin tiempo, plena de luz y de sabiduría”.

Aunque nada ni nadie puede suplir la ausencia del ser querido, el grupo de Familiares sirve de contención a cada madre y la ayuda a “salir” del dolor personal y entrar en un camino solidario, donde se comparte y amplía el sentido de la lucha. Para ilustrarlo, cito dos testimonios conmovedores.

Dos testimonios de toma de conciencia.-

Una madre hace el relato sobre su hijo desaparecido con estas palabras: “Tenemos que tratar de comprender eso, que eran sus ansias de justicia, sus ansias de igualar la sociedad, de luchar por el derecho a una vivienda digna, de tener estudio, salud, de que los niños no pasaran hambre. Esa era su lucha. Por eso dieron lo mejor que tenían: su vida” (Informe de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos- “A todos ellos”, p.33).

Nuestra  hermana metodista Olga Ramos de García, cuya hija Ileana desapareció en Argentina, junto con su esposo Edmundo, en diciembre de 1977, después de ser detenidos, pudo rescatar a su nieta Soledad, de apenas 8 meses de edad.   En una entrevista, Olga afirma lo siguiente:   “Ahora entiendo cosas que Ileana me decía. Recién ahora empiezo a entender todo lo que ellos sentían por el prójimo. Los familiares de los desaparecidos no luchamos por el desaparecido propio, sino por todos.  Y sobre todo, porque no haya más desaparecidos” (Brecha, 15/11/85, p.32).

Desafío para los metodistas.-

Y nosotros, los metodistas, ¿dónde estamos?  ¿Jugamos un rol significativo en este drama?  ¿O estamos ausentes bajo el manto de una supuesta “neutralidad”? El pastor Martin Luther King escribió: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética.  Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Hay ahí un gran desafío que por lo menos debiera hacernos pensar. Y, ojalá, a asumir un claro compromiso. Comparto mi opinión.

*Creo que tenemos una responsabilidad histórica, que surge del sentimiento de pertenencia a la Comunidad de la que somos parte. Este tema no es algo ajeno a nosotros. Como ciudadanos estamos ligados con quienes compartimos el mismo tiempo y espacio. Entonces, un primer paso es reconocer la legitimidad del reclamo de Madres y Familiares como un asunto no sólo individual, sino colectivo, que nos afecta a todos. Porque nadie tiene derecho a torturar, asesinar, hacer desaparecer personas. Y mucho menos un representante del Estado. Por eso, se trata de un crimen de lesa humanidad que no caduca. La Maestra Elena Quinteros, desaparecida en 1976, nos dice: “Si estoy en tu memoria, soy parte de esta historia”.

*La ética cristiana que recibimos del evangelio no nos permite ser indiferentes al dolor de alguien que está sufriendo. Más bien nos impulsa a identificarnos con el más desvalido, tener compasión como Jesús la tuvo. Generalmente, entendemos el “cargar la cruz” como el precio por ser coherentes con nuestra condición de discípulos de Jesús, que nos lleva a soportar injusticias, agresiones contra nuestra propia persona. Pero no lo asociamos con el “compartir la cruz de otros”; en este caso, de las Madres y Familiares. Simón de Cirene, que es obligado a llevar la cruz de Jesús (Mateo 27:32), puede ser una figura simbólica que nos invite a compartir otras “cruces”, no por obligación sino por simple solidaridad cristiana. En tal sentido, la profecía de Simeón “Una espada te atravesará el alma” (Lucas 2:35), no está dirigida sólo a María, La Madre. También nos llega a cada uno de nosotros y a la sociedad en su conjunto.

*Acompañamiento y consolación. En ese caminar, a menudo hay frustraciones y sentimientos de impotencia. Quienes trabajamos por los derechos humanos sabemos eso. El esfuerzo por lograr los objetivos desgasta y desanima. Es importante tener recursos para el “mientras tanto”, hasta que no se llegue a la meta. Algunos textos bíblicos pueden ser de ayuda para esas circunstancias: “Los hombres honrados mueren y nadie se preocupa; los hombres buenos desaparecen y nadie entiende que al morir se ven libres de los males y entran en la paz. Habían seguido un camino recto y ahora descansan en sus tumbas” (Isaías 57:1s).

“Las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno. A los ojos de los insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por quebranto su salida, y su partida de entre nosotros por completa destrucción; pero ellos están en la paz. Aunque, a juicio de los hombres, hayan sufrido castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad”. (Sabiduría 3:1-4).

“Van a tener que sufrir mucho en este mundo. Pero, ¡sean valientes! ¡Yo he vencido al mundo!” (Juan 16:33).

*Involucrarse en la lucha por Verdad y Justicia no significa necesariamente hacer militancia política. En nuestro caso es, simplemente, intentar ser discípulos de Cristo veraces y comprometidos. En la sentencia divina “La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia” (Génesis 4:10), hay un claro llamado a ser “guardianes de nuestros hermanos” y a no permitir que nadie haga desaparecer a su prójimo sin rendir cuentas a Dios, a la justicia y al pueblo. La víctima de ese crimen no es sólo Abel, ni Jesús, en solitario. Son muchos, es toda la Comunidad, es toda la sociedad uruguaya.

Ademar Olivera

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