Buenas tardes, estamos hoy aquí en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo frente a todas y todos ustedes a 50 años del golpe de estado, con mucha emoción.
De acuerdo con lo dispuesto por la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, este acto de reparación debe “contar con la presencia y ser conducido, por altas autoridades nacionales y estar presentes altas autoridades “del Poder Ejecutivo, del Poder Legislativo, y el Poder Judicial, así como altas autoridades militares, de la Fiscalía Especializada y la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo”.
Agradecemos y valoramos la presencia de la Sra. Beatriz Argimón, Vice Presidenta de la República, y también de las autoridades presentes o sus representantes demostrando la voluntad del Estado con cumplir esta sentencia.
Lamentamos la ausencia del Sr. Presidente de la República Oriental del Uruguay, Dr. Luis Lacalle Pou. Los familiares siempre propusimos definir la fecha del acto en función de su agenda porque entendimos que su presencia era fundamental en mérito a que en su carácter de Supremo Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, para dar cumplimiento a las resoluciones de la Sentencia de la Corte en los temas referidos a las Fuerzas Armadas.
Un inmenso reconocimiento a los testigos, las organizaciones, colectivos, personas que mantienen este perseverante camino por la verdad la justicia y el dónde están. Las y los investigadores, académicos, periodistas, a: Madres y Familiares, Crysol, y entre todas, muy especialmente a IELSUR, quién con su cálida y firme compañía, nos trajo hasta acá.
Pero principalmente agradecemos a los que hoy ya no están. A nuestros queridos familiares que no pudieron ver esta sentencia y fueron pilar fundamental para hoy lograrla. A Pepe, Celia, Stella, Adela, Nené, Washington, Edward, Cholo, Martha, Raúl, Cacha, Mamina, Disnarda, Gabriel, Álvaro y Marcos.
Hoy queremos dar nuestra palabra, como dice Irene Vallejo “las palabras que son apenas un soplo de aire”.
¡Cuántos soplos han pasado en estos 50 años! Cuánto hemos denunciado, cuántas generaciones, para que hoy tengamos esta Sentencia que nos dice que teníamos razón, que el estado uruguayo violó todos nuestros derechos: el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica, a la vida, a la integridad personal, a la libertad personal, a las garantías judiciales y a la protección judicial, el derecho de los familiares a conocer la verdad.
El derecho de nuestra infancia, adolescencia, juventud, madurez, los derechos de nuestros seres queridos y de la sociedad toda, porque el terrorismo de estado afectó a toda la sociedad.
El proceso que culmina con esta sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos comenzó hace mucho. Esos soplos de aire comenzaron en la dictadura cuando se fueron encontrando las madres, esposas, familiares que vivieron el terror, se hicieron denuncia en el año 1985 con el retorno de la democracia.
En el año 2007 impulsados por IELSUR, frente al bloqueo de acceso a la justicia que resolvió el Estado uruguayo, y junto a él las inmensas dificultades para que se nos restituyera (como familias y sociedad) la verdad sobre los cruentos (y debo detenerme en nombrar todos sus sinónimos para que se entienda) sangrientos, encarnizados, brutales, feroces, inhumanos, sanguinarios hechos sucedidos durante los años de dictadura civil militar y Terrorismo de Estado.
La imprescindible justicia sobre los mismos y las transformaciones que como sociedad necesitábamos al restablecer un estado de derecho; las responsabilidades de estos crímenes, y el paradero de los detenidos desaparecidos, durante todos estos años ha sido un salto de obstáculos que a pesar del excelente trabajo de la Fiscalía Especializada (logro de la sentencia Gelman), los numerosos procesamientos, los avances en la reconstrucción de los hechos todavía tienen que lidiar con las mismas trabas que padecemos desde 1985.
Cabe señalar que Uruguay es Estado Parte de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de personas, y de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la mujer.
Esta sentencia, que refiere y reconoce los hechos del pasado es sobre la responsabilidad incumplida de acuerdos del Estado, sobre investigar y perseguir los delitos de lesa humanidad…responsabilidad incumplida por los tres poderes del Estado hasta el presente. Es una sentencia del presente. De cómo “resuelve, convive o naturaliza” estos crímenes y sus consecuencias hoy.
En algún lado leí que “el tiempo no es exactamente como lo concebimos y en un presente conviven de diferentes formas varios pasados”.
Estos cinco crímenes se cometen en el contexto represivo del Terrorismo de Estado, y en operativos masivos, en los que junto a ellos detienen torturan matan o desaparecen a otros compatriotas.
Queremos hablar del Cuerpo como desprotección.
En el cuerpo donde quedan marcados los sucesos de nuestra vida, se van tejiendo en nuestra carne en nuestra alma las heridas, cicatrices y tenemos aún la carne viva, son hoy las desapariciones forzosas.
Vivimos acontecimientos violentos y traumáticos, una experiencia inesperada, en forma particular y masiva. Vivimos procesos autoritarios que instalaron el terror, el miedo.
La impunidad de hacer con nuestros cuerpos lo que quisieron. Torturados, asesinados, desaparecidos; familiares sin información y deshumanización. Tuvimos que resistir al atropello y a la mentira y construir un cuerpo social remendado. Nuestros cuerpos hasta hoy somatizan. Los recuerdos de cada una de las familias que estamos hoy presentes aquí lo saben. Las nuevas generaciones también lo sienten en su corazón. Sabemos que hay crímenes que por su magnitud son irreparables.
Entretejido de la memoria.
Los hechos se van tejiendo en la carne. Diana tenía 22 años, Laura y Silvia 19 cuando fueron asesinadas, sus cuerpos fueron destrozados por las balas, Silvia estaba embarazada de 3 meses. La familia, los vecinos, el barrio vivieron ese hecho traumático aquella madrugada. Buscaban a Washington (quién hoy permanece detenido desaparecido), sus padres les dijeron que se había ido a Buenos Aires, que en el otro apartamento estaba Silvia, pero que tuvieran cuidado con ella porque estaba embarazada. La masacraron, a ella y a sus amigas, Diana y Laura. Luego sacaron los cuerpos y vaciaron el apartamento, se robaron todo, hasta las bombitas y tapones de la luz, con total impunidad para no dejar nada, casi se llevan hasta la puerta de la casa, el padre de Washington fue lo único que pudo impedir. Cuando entraron a ese apartamento él y su hijo de 17 años tuvieron que limpiarlo todo. ¿cómo se recupera una persona de esto, familias enteras de esta tragedia? Cuando entregaron los cuerpos cuentan sus amigos que tuvieron que hacerse cargo de disponerlo en el féretro, ya que no estaba amortajado “teníamos 22 años y nunca pensamos que podíamos llegar a ver tanto horror”.
Luis Eduardo (Chiqui) nació en Young en agosto del 52, sus padres fueron Orlando y Amalia; tenía 22 años y esperaba su primer hijo. Fue secuestrado en su casa el 13 de diciembre de 1974 junto a su esposa Elena, embarazada de 4 meses, y llevados al 6to de Caballería. Cuenta Elena “Allí nos llevaban a los vagones a verlo torturar y hacer lo propio con nosotros para presionarlo…sesiones sobre mi hijo… que dentro de mi panza acompañó todo, por años se despertó cada madrugada a los gritos, alucinado… lo que tuvimos que ver, lo que tuvimos que olvidar …
Y en medio de ese horror la dulzura de su voz nombrándonos, un hilo de amor que siguió con nosotros. El 25 de diciembre de 1974 seguramente fue el día que lo asesinaron, porque fue el día que cobardemente emitieron un comunicado fraguando su fuga.
Cuando estaba escribiendo este texto apareció un cuerpo en el batallón 14…. Todo se detiene, la angustia estalla el pecho, el llanto se escapa, aunque aún no sabemos quién es. Apareció Un Cuerpo. Miro detenidamente la foto de papá y pregunto ¿sos vos?
Qué situación tan fuera de tiempo. Fuera del tiempo cronológico. 46 años después me sigo preguntando ¿sos vos papá?
Veo tus manos, tus piernas, tu cara, tu sonrisa, tu reloj, tu alianza, tus ojos. Siempre tus ojos.
Escucho tu voz cantando con nosotros, acá cerquita, afuera del Palacio, cuando veníamos a jugar con Marcelo, Gabriel y contigo. En la calle Guatemala empedrada y empinada de donde nos tirábamos con la chata que habían construido juntos. Y vos cantando con nosotros, los cuatro cantando. Cerquita de acá en César Díaz el apartamento donde vivíamos los cinco, aquel día Marcelo con siete años quedó solito llorando en el comedor vacío y cuando mamá lo vino a buscar y le preguntó por qué lloraba, si no estaba contento que nos mudábamos a la casita nueva, él le dijo, – es que nunca vamos a ser tan felices como acá-, y tenía razón.
Oscar tenía 40 años, en la mañana del 19 de julio de 1977 cuando iba a entrar a una casa en Carrasco y fue violentamente despojado de sus pertenencias, golpeado, encapuchado y secuestrado por el Ejército, llevaba una bolsa de bizcochos. Los dueños de la casa también fueron secuestrados en su propio hogar junto con sus hijas menores. Lo trasladaron al centro clandestino de detención de La Tablada (hoy sitio de Memoria), mi hermano Gabriel escribió un día: “dicen los testigos que reaccionaste al ser dejado en la celda recién traído de la tortura, a un comentario de uno de tus verdugos y eso desencadenó que entre varios de ellos te golpearan, te dieran la cabeza contra un piletón y te partieran el cráneo.”
Entre el espanto y la ternura. Fuimos al Batallón 14 con Familiares. El espanto con lo que nos encontramos, la ternura de contención del equipo de trabajo de los antropólogos y entre los propios Familiares. Cada uno piensa que es su ser querido, ya es la 6ta vez que pasamos por esto, otro duelo, interminable como una noria. ¿cuánto tiempo más se repetirá? Otra vez tuvimos que poner el cuerpo.
Como dice el poeta “Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte y besarte la noble calavera, y desamordazarte y regresarte”.
El espanto de saber cómo trataron hasta último momento el cuerpo de nuestros seres queridos. Enterrados boca abajo sobre muchísima cal, por debajo y por arriba. La marca de sus nalgas, piernas, brazos, glúteos quedaron en la cal. ¿y su rostro? Ese rostro que recibió tanto cariño desde su nacimiento, que fue tan amado hasta que nos lo arrebataron, en palabras de Saramago “el color del pelo y de los ojos, el dibujo de la oreja, el arco oscuro de la ceja, la sombra tan blanda de la comisura de la boca”.
El dolor y sufrimiento personal íntimo, familiar trasciende a la sociedad. Seguimos recibiendo de la gente toda su ternura, sus soplos de aire, con sus mensajes, a través de diferentes expresiones del arte, dibujos, diseños o poemas, ¡tan impactada está nuestra gente!
Gracias a la lucha y la perseverancia hoy apareció un cuerpo. No fue encontrado por un dato que aportaron quienes saben dónde están, NO, tampoco fue por información que entregó el Estado, lo encontraron por un trabajo de años que están haciendo el equipo de antropólogos junto con la Institución de Derechos Humanos en el Batallón 14, desmalezando, cortando árboles y perforando la tierra, un espacio al lado del otro. Son 420 hectáreas, 32 cauteladas ¿se imaginan el esfuerzo? Ellos saben dónde están, pero no lo dicen, prefieren seguir cometiendo el delito y abusando de nuestros cuerpos.
Hoy el estado reconoce su responsabilidad institucional y dice la Corte que además debe cumplir e informar en un plazo de un año (que ya pasó), sobre diferentes puntos reparatorios de la Sentencia.
-Continuar con la búsqueda efectiva y la realización de acciones tendientes a la localización inmediata de Luis Eduardo González González y Óscar Tassino Asteazú, o de sus restos mortales.
Dice la Corte que el estado debe Identificar el paradero de los detenidos desaparecidos, conocer donde se encuentran sus restos, para que podamos recibirlos y sepultarlos de acuerdo a nuestras creencias, cerrando así el proceso de duelo que hemos estado viviendo a lo largo de los años, constituyendo esta una medida de reparación.
– Continuar la investigación de los hechos, a fin de identificar, juzgar y, en su caso, sancionar a los responsables de las ejecuciones extrajudiciales de Diana Maidanik, Silvia Reyes y Laura Raggio, así como de las desapariciones forzadas de Óscar Tassino Asteazú y Luis Eduardo González González”. Dichas investigaciones deben tener primordial atención en el tema de género, la necesidad de juzgar con enfoque de género porque determinadas violaciones las sufrieron las mujeres por su condición de mujer, el terrorismo de estado se ensañó con ellas.
– Proveer a las víctimas tratamiento psicológico o psiquiátrico.
– Adoptar las acciones correspondientes, para fortalecer la capacidad de actuación de la Fiscalía Especializada en Crímenes de Lesa Humanidad.
– Adoptar programas permanentes de formación, capacitación y sensibilización a integrantes de las Fuerzas Armadas en relación con derechos humanos que incluya contenido relativo a las graves violaciones cometidas durante la dictadura, a su incompatibilidad con el derecho internacional y a la necesidad e importancia de evitar su repetición.
– Indemnizar los daños materiales e inmateriales fijados en la Sentencia.
Nosotros y nuestras familias también víctimas y sobrevivientes, padecimos una doble victimización y esperamos del estado el cumplimiento de esta sentencia. Hoy el Estado lo representan ustedes. Altas autoridades que presiden el acto. De ustedes, respaldados por este inmenso pueblo que reclama verdad, esperamos hoy, exigimos hoy, acciones contundentes que nos encaminen a ellas.
A 50 años de esta impunidad, los familiares desde hace mucho hemos sumado a nuestro reclamo el NUNCA MÁS… No sólo Los familiares necesitamos saber, la sociedad uruguaya toda necesita saber. Porque las graves violaciones cometidas durante la dictadura son incompatibles con un Estado de Derecho. Porque saber y recordar es la garantía de no repetición.
“Con las tripas decimos que más tarde o más temprano los vamos a encontrar a todas y a todos.”
Por memoria, verdad, justicia y NUNCA MÁS.
¡PRESENTES!